lunes, 3 de agosto de 2009

Sabor a vida IV

¡Es tan gracioso, tan lindo, tan inocente!

Nunca entendí tu decisión, ni siquiera si realmente lo sentías. Tal vez era tanta tu desesperación que lo intentaste. Para tu buena fortuna, lo lograste. Oh Dios, como te extraño.

Tu mensaje me desconcertó, y más la noticia de que habías muerto. Acostado en tu cama, abrazando mis cartas, mis recuerdos, y ese feo oso de peluche que tanto te disgustaba por su cara de estúpido. Como me reí de ese recuerdo. Como lloré ese recuerdo…

En mi foto que tenias en tu mesita de noche, escribiste “Perdón”, tantas veces que casi se rompe la fotografía. Y tu expresión, a pesar de que parecía que dormías, denotaba tanto dolor…

Ellos dijeron que fue un paro cardiaco. Yo se que tu muerte fue por tristeza, por tanto llanto que no derramaste, por hacerte a la idea de que la vida había cometido un error contigo. Que te sentías solo, incapaz de darle algo a alguien. De amar, de intentarlo siquiera. De amarme, de amarte a ti mismo.

Se parece tanto a ti… y tiene un apetito feroz, a diferencia de ti, que solo comías bocaditos cual gatito melindroso. Ahora lo estoy amamantando, y sus ojillos grises me buscan, mientras degusta el sabor a vida, a la que se aferra como todo un guerrero, a pesar de haber nacido chiquito y débil.

Se llama igual que tu. Hubieras rabiado por eso, pero ahora que no puedes quejarte, puedo darme ese lujo. El lujo de saber que aun vives en el, en su sonrisita y en esos ojos que me ven igual que tu, tristes y suplicantes, profundos y débiles Pero sobre todo, llenos de ternura y amor, de inteligencia, de humanidad.

Sabes que no me gustaba escribir, y que me reía de tu manía de todo expresarlo en tu computadora, con palabras y versos malos. Hasta hoy, que tu madre (que linda señora, como quiere al nene) me trajo tu lap como regalo, pues fue incapaz de descifrar tu contraseña.

Después de un rato de pensar, descubrí que era mi nombre. Y pude ver cada archivo, cada escrito que hiciste, desde que nos conocimos. Yo no recordaba el día en que te cagó aquella paloma en la boca, mientras buscabas un nido, viendo hacia arriba… ni cuando esos huapangueros te dedicaron una copla, pensando que eras niña, por tu pelo largo… y tampoco recordaba que un día me dijiste “Me vas a hacer tanta falta el día que me vaya”, cuando esperabas poder irte a estudiar a la capital, y que no te aceptaron…

Aun vives, ¿sabes? Está aquí, junto a mi, dormidito y arropado con sus sabanas de hospital. Cada vez que lo veo, me recuerda a aquella noche, donde todo se detuvo, y donde cada uno de tus besos cubrió mi cuerpo. Quizás no supe entender que, muy en el fondo, si me querías, y que no debí dejarte.

Pero mi nene es la prueba de que te equivocaste. Aun pudiste dejar algo bueno. Se que no creías en Dios, pero aun así, de existir, espero que te tenga a su cobijo y que tengas la paz que no tuviste aquí.

Descansa en paz, amor. Mientras tanto, tu hijo seguirá creciendo, teniendo en sus labios sabor a vida.
___________________________

No hay comentarios: